FITXA
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Títol: Que el cielo espere
Autor: Katja Henkel
Il•lustrador: Sybille Hein
Edició: Madrid: Siruela, 2008 (Col. Las Tres Edades)
Edat: de 10 a 12 años
Temàtica: Mort d’un avi.
Puntuació: 3 de 4
RESSENYA
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Greta y Julián todavía no se pueden creer que Litalotte, su abuela paterna, haya muerto. De hecho, están convencidos de que pueden hacer algo para que vuelva. Y si que Lotte vuelva está en sus manos, no se lo pensarán ni un momento en llevar su descabellado plan hasta las últimas consecuencias. ¿Que cómo lo van a conseguir? Portándose tan mal tan mal que Lotte, desde allá donde esté, no tenga más remedio que volver para regañarlos y obligarlos a comportarse como es debido.
Así que Greta, la pequeña, se empeña en ponerse la ropa que le da la gana, en llevar las gafas de buceo puestas al cole, en portarse mal en clase (no colgar el abrigo donde toca, no hacer más que rallotes con las ceras, no comerse ni uno solo de los espaguetis que le ponen en el comedor) y Julián en vez de comerse la merienda que le prepara su madre se compra un montón de golosinas y ya no levanta nunca la mano en clase ni lleva hechos los deberes. Ambos unen esfuerzos más adelante y destrozan las galletas que han estado preparando con su madre y “ese Michael”, el novio de mamá; van hasta la playa para tirar al mar el anillo que Lotte le regaló a su madre y ella siempre lleva puesto porque es su anillo favorito, y se escapan (y se pierden, y casi acaba en un desastre) cuando salen todos juntos de excursión. Pero nada parece funcionar, así que si Lotte no viene, será Julián el que decida ir a buscarla.
Mientras, Lotte los está viendo, desde la antesala del cielo, donde se encuentra con Gustav VII, el ángel que pacientemente intenta convencerla de que deben dirigirse al cielo, de que allí no pueden quedarse. Pero Lotte no puede marcharse todavía: su familia la necesita, tiene que volver y poner orden. Pero claro, eso no puede ser...
Henkel ha construído una historia sobre el amor y la necesidad de cariño, la familia y la muerte en la que, con un lenguaje sencillo, consigue transmitir con gran realismo los sentimientos de los diferentes miembros de la familia (la madre, que no comprende el comportamiento de sus hijos; el padrastro, que todavía está intentando ganarse la confianza de los niños; y los dos hermanos, que a su manera hacen frente a la pérdida de una persona tan querida para ellos como su abuela) ante situaciones muy dolorosas sin caer en el dramatismo ni en la voluntad de conseguir una lágrima fácil. El final es por supuesto feliz y realista, aunque la autora no reprime la necesidad de incluir un punto de magia que, aunque prescindible, tampoco es excesivo. Las dulces ilustraciones en bitono de Sybille Hein acompañan perfectamente la atmósfera creada por el texto.
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