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Títol: La voz de las sombras
Autor: Frances Hardinge
Traducció: Celia Filipetto
Edició: Editorial Bambú, 2019
Edat: a partir de 12 anys
Temàtica: novel·la fantàstica d'aventures
RESSENYA
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Lo primero que hice al leer las dos primeras páginas de La voz de las sombras fue pensar que había caído en la trampa de dejarme seducir por los dibujos de la portada, llena de elementos vegetales, osos, serpientes y lechuzas, y por el prometedor título de la primera parte del libro, Lamer al osezno. Sin embargo, y a pesar de que la trama avanzaba por el terreno de los fantasmas y las pesadillas que me conectó directamente a miedos de la infancia, lo inesperado de la historia me atrapó irremediablemente y me sumergió en un relato extraño y singular lleno de aventuras, pero también profundamente espiritual, pues ofrece una visión de la vida después de la muerte que me reconcilió en cierto modo con los relatos de fantasmas.
Makepeace, una niña de doce años, es hija ilegítima de un miembro de los Fellmotte, que poseen la extraña habilidad de absorber fantasmas y la utilizan de forma perversa para satisfacer su avaricia y su sed de poder. Sin embargo, no contaban con que esta muchacha, destinada a albergar a los espíritus de la familia como un cascarón sin voluntad propia, prefiera luchar por una vida libre en lugar de encerrarse voluntariamente en una jaula de oro. El misterio de la historia se va desvelando progresivamente, y el personaje de esta niña, una verdadera superviviente de tiempos oscuros, así como su conexión con el espíritu del oso que alberga, va cobrando fuerza a medida que avanza la historia y nos permite observar el contexto histórico desde diferentes perspectivas. La trama se sitúa en el siglo XVII, el período más turbulento del reinado de Carlos I de Inglaterra:
En los últimos días se habían producido muchos rugidos silenciosos. Dos semanas antes, por primera vez en año, el rey había convocado al Parlamento y todos los conocidos de Makepeace se habían declarado aliviados. Pero hacía dos días, presa de justa cólera real, el rey había vuelto a disolver el Parlamento. Los rumores alcanzaron proporciones de ominoso estruendo; fue como si el sol pálido se tambalease en el cielo: todo el mundo esperaba que ocurriese algo. Al menor estallido o grito, la gente levantaba la vista. Con sus expresiones parecían preguntar: "Ha comenzado ya?" Nadie sabía a ciencia cierta qué era lo que debía comenzar, pero todos estaban seguros de que llegaría. Mientras recorría las calles londinenses, Makepeace sentía el cosquilleo de ese mismo entusiasmo, de esa misma amenaza. (págs. 24-25)
Sin embargo, muchas observaciones de la protagonista son perfectamente válidas para otros lugares en conflicto, poniendo de manifiesto la absurdidad de la guerra:
De manera que así era el mundo con todas sus payasadas. Los ejércitos podían enfrentarse, podían producirse muertos a miles, pero ambos bandos estaban de acuerdo en que había que permitir al rey que se lavara los calcetines.Makepeace comprendió entonces que el mundo daba volteretas y que nadie sabía ya dónde estaba parado. Se rompían las reglas, pero nadie estaba seguro de cuáles eran. Si contabas con la confianza suficiente, podías presentarte y actuar como si supieras cuales eran las nuevas normas y los demás te creerían. (pág. 243)
La protagonista me ha parecido un personaje memorable, tanto ella como la curiosa hermandad que se va conformando entre los espíritus que acoge. Quizás sea precisamente esa idea, la de una muchacha con la mente habitada por fantasmas dispares que acaban aprendiendo unos de otros e incluso colaborando pese a pertenecer a bandos opuestos, lo que más me ha gustado de la propuesta, esa colaboración interior en un contexto de guerra, que alguien consiga reconciliar a los fantasmas que vagan por su mente me parece una esperanzadora metáfora. Y es que el nombre de la protagonista, Makepeace, no podría ser más revelador en ese sentido. Pero no es el único personaje femenino que me ha impactado, la trepidante trama está repleta de personajes muy logrados, especialmente los perversos Fellmotte poseídos por los ancianos espíritus, aunque me han llamado especialmente la atención los personajes femeninos, como por ejemplo, las espías con las que traba amistad:
Makepeace descubrió, no sin cierto remordimiento de conciencia, que Peg y Helen le caían bien. Si llegaban a enterarse de que les había mentido, probablemente la entregarían para que la juzgaran como espía enemiga, pero no les guardaría rencor. Le gustaba la forma en que se preparaban para el peligro con humor y sentido común, sin alardes, sin clamar y alzar los brazos al cielo. (pág. 249)
Me parece un detalle interesante que el único personaje femenino verdaderamente odioso sea el que está habitado por espíritus masculinos.
El texto es fluido y trepidante, con metáforas de gran belleza que me han hecho agradecer que la traducción de este libro estuviera en las sabias manos de Celia Filipetto, y las conversaciones de los espíritus que habitan a la muchacha me parecen especialmente logradas. En los agradecimientos finales vemos un atisbo de la bibliografía que ha ayudado a la autora construir una trama y unos personajes tan verosímiles y se agradece también su elegante confesión sobre la licencia histórica que se ha tomado para poder trabar la historia con la fantasía.
Lo primero que hice al leer las últimas palabras del libro fue mirar en el catálogo en línea si había más libros de Frances Hardinge en mi biblioteca, pues me he quedado con ganas de más.
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