Los enanos amarillos

FITXA
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Títol: Los enanos amarillos
Autor: Jostein Gaarder
Il·lustrador: Mónica Gutiérrez Serna
Edició: Siruela, 2007
Edat: de 10 a 12 anys
Temàtica:
Puntuació: 1 de 4

RESSENYA
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“No está muy bien llamar tonto a alguien porque se dice algo que él no comprende”: una frase de este libro y que me viene de perlas para que no me llamen ustedes “tonta” tras decir que no sólo no entiendo el anterior libro reseñado (Dos bobas mariposas), sino que tampoco entiendo este. Y decirlo en este caso, y viniendo de mí, tiene mérito, porque siempre he considerado a Gaarder como uno de mis escritores fetiche (para adultos, les recomiendo El vendedor de cuentos, una de sus mejores pero más desconocidas novelas), y reconocer que no creo que este libro valga realmente la pena es todo un reto para mí.

Veamos la historia: Arild, un niño de unos ocho o diez años, está solo y se aburre. Sale a la calle, pero no hay nadie: ni un alma. Descubre a un enano amarillo tirando un dado de seis caras, en cada una de las cuales hay seis puntos. El enano le explica que proviene del planeta Sykk, y que sus congéneres han raptado a toda la humanidad y se los van a llevar a Sykk para poder quedarse ellos en el planeta tierra. Solo podrán salvar a los seres humanos si tirando el dado consiguen sacar un siete. ¿Imposible? No, si en uno de los dados dibujamos un puntito más y tiramos hasta que sale el número deseado. Y al final... no, mejor no les cuento el final. No querría decepcionarles más todavía.

Todo eso, por supuesto, salpicado por alguna frase del estilo de “Mientras me mantenga en el límite de lo posible, también me encuentro en el límite de conseguir lo imposible”, que en otro contexto tendría mucho sentido pero que aquí, rodeado de un argumento pobre, dudo que provoque la reflexión que el autor buscaba.

Solo quiero destacar el trabajo de la ilustradora, Mónica Gutiérrez Serna, que creo que ha sabido sacar todo el provecho posible del material de Gaarder para crear unas ilustraciones coloridas, que utilizan el surrealismo de la historia para crear una atmósfera opresiva, lisérgica, de febril pesadilla infantil... y el adjetivo “febril” no es nada casual, créanme.

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